El corderito de lana dorada

Un divertido cuento en el que los enredos te harán reir y, como en todo cuento de princesas, disfrutar de un final feliz.

corderoHabía una vez un hombre pobre que tenía un hijo. Cuando este creció su padre le envió a buscar un trabajo. El chico viajó buscando un lugar y al fin encontró a un hombre que le dio trabajo como pastor.

Al día siguiente su patrón le dio una flauta y le envió con las ovejas para ver si el trabajo era apropiado para él. El muchacho no descansó en todo el día. Al contrario que otros chicos perezosos, llevó las ovejas de un lado a otro mientras tocaba la flauta. Entre las ovejas había un cordero de lana dorada que cuando oía la flauta se ponía a bailar y el muchacho le tomó mucho cariño y decidió que no pediría a su patrón más paga que aquel corderito.

Al anochecer volvió a casa, el amo esperaba en la puerta y cuando vio a todas las ovejas y bien alimentadas, quedó muy complacido, por lo que empezó a negociar la paga con el muchacho. Este le dijo que no quería más que al cordero de lana dorada. Al granjero también le gustaba mucho el cordero, pero acabó prometiéndoselo, aunque de mala gana, al ver lo buen pastor que era el muchacho.

Así pasó un año, al cabo del cual el muchacho recibió al cordero como paga y partió con él. Caía la noche cuando llegaron a un pueblo y fueron a una posada a pasar la noche. En la casa había una muchacha que cuando vio la cordero con la lana dorada decidió robarlo. A mediada noche se acercó a él, pero en el momento que tocó el cordero se quedó pegada firmemente a su lana, así que cuando el chico se levantó, la encontró pegada en el cordero. No pudo separarlos y como no quería abandonar su cordero se los llevó a los dos.

Cuando pasó por delante de la tercera puerta desde la casa donde había pasado la noche, sacó su flauta y empezó a tocar. Entonces el cordero empezó a bailar, y la muchacha pegada a su vellón también.

A la vuelta de la esquina una mujer estaba metiendo el pan en el horno; al mirar hacia arriba vio al cordero bailando y, pegado a él a la muchacha. Cogiendo la pala del panadero para asustar a la muchacha salió corriendo y gritando «vuelve a casa y deja de hacer el tonto». Como la chica seguía bailando, la mujer gritó, «¿qué, que no nos vas a obedecer?» y le dio un golpe en la espalda con la pala, que en el mismo momento se pegó a la chica, por lo que la mujer se quedó pegada a la pala, que estaba pegada a la chica, y esta al cordero de lana dorada. Y con todos ellos el muchacho partió.

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Siguiendo su camino llegaron a la Iglesia. El muchacho empezó a tocar de nuevo y el cordero comenzó a bailar y pegada a la lana la chica, y en la espalda de la chica la pala y al final de la pala, la mujer. En un momento el cura salió de maitines y al ver lo que pasaba, empezó a regañarles y mandarles no hacer tonterías e irse a casa. Como las palabras no hacían efecto, él golpeó sonoramente a la mujer en la espalda con su bastón, pero, para su sorpresa, el bastón se pegó a la mujer y él se quedó pegado al extremo del bastón.

Con esta divertida compañía, el muchacho continuó; era de noche cuando llegó a la capital del reino y buscó alojamiento en casa de una anciana mujer. ¿Qué noticias hay por aquí? Preguntó el pastor. La anciana le contó que sucedía una gran desgracia; la hija del rey estaba muy enferma y ningún médico podía curarla, pero si alguien podía hacerla reír se pondría bien inmediatamente. Nadie había podido aún hacerla sonreír y tanto era así que el rey había hecho un anuncio, proclamando que el que hiciera reir a su hija la tomaría por esposa y compartiría el poder real.

El muchacho a duras penas pudo esperar hasta la mañana siguiente, tan ansioso estaba de probar su suerte. Por la mañana se presentó al rey, explicó sus deseos y fue recibido amablemente. La hija del rey estaba en la entrada del palacio; el pastor entonces comenzó a tocar la flauta. El cordero de lana dorada se puso a bailar, pegado a su lana la chica, en la espalda de la chica la pala, al final de la pala la mujer, en la espalda de la mujer el bastón y al final del bastón, el cura.

Cuando la princesa vio esto rompió a reír, lo cual puso al cordero de lana dorada tan contento que se sacudió todo del lomo, y el cordero, la chica, la mujer y el cura empezaron a bailar por su cuenta muy contentos.

El rey casó a su hija con el pastor, el cura fue nombrado capellán de la corte, la mujer panadera real y la chica dama de compañía de la princesa.

La boda duró siete días con sus respectivas noches y todo el país estaba desbordado de alegría, y si las cuerdas de los violines no se hubiesen roto ¡aún estarían bailando!.

Fin.

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