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¿Qué siento?

Expresar los sentimientos

Muchas veces la forma de expresar los sentimientos por parte de los adultos pasa a ser un hábito y un modelo para los niños, quienes tienen necesidad de hacerles saber a sus padres, al igua que ellos, las diferentes emociones que experimentan. El tener esas emociones y poder dialogar sobre ellas es parte de la vida cotidianada. Por un lado, las experiencias que vive cada niño dan como resultado la expresión de emociones y sentimientos que cada uno manifiesta en función de lo que ocurre y de los estímulos que percibe en el medio en el que habita. La vida cotidiana en los niños permite el refuerzo de sus habilidades, motivando la realización de otras actividades con más responsabilidad para un mejor aprendizaje intelectual y la solución de problemas que se les presentan diariamente. Dentro de las experiencias emocionales también los niños experimentan emociones negativas en el momento en que viven situaciones desagradables o inadecuadas frente a su comportamiento infantil.

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Es normal que sienta pena si nadie quiere jugar con él en el recreo, que tenga rabia si se pierden sus cosas, que esté contento si lo invitan a un cumpleaños, que se sorprensa si se saca una buena nota o que se asuste si sueña con situaciones de angustia. En fin, los sentimientos son parte de la vida y expresarlos los ayuda a poder llegar a ser una persona con habilidades y virtudes aceptadas por la sociedad. Además de tener la capacidad de elegir y decidir lo que desea, su forma de pensar, sentir y actuar en el niño juega un papel importante a la hora de desarrollar su autonomía y liderazgo frente a los demás.

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Muchas veces les resulta difícil a los niños/as poder expresar cómo se sienten, muchos niños tienen capacidad de expresar sus emociones pero hay otros que no logran hacerlo. No pueden poner en palabras lo que les sucede: «me siento molesto porque…», «me siento feliz porque…», «me enfado…», «me asusta…».

Poder compartir nuestros sentimientos muchas veces nos permite identificarnos unos a otros, sentir que a alguien más le ocurre lo mismo, no sentirse tan solo ante las dificultades.

Como adultos debemos tomarnos tiempo y espacio para poder escuchar a nuestros niños, preguntarles cómo se sienten, cómo les fue en el colegio hoy. Estar frente a sus alegrías y sus logros pero también frente a sus pérdidas o frustaciones como un partido que se perdió, un juguete que se rompió o una mascota que se murió. Tantas cosas que forman su mundo y que para ellos tienen una importancia ilimitada. Al ser escuchados y acompañados podrán manejar sus emociones y tomar decisiones en consecuencia, construyendo así una actitud sana y equilibrada.

Vía: «Revista Maestra de Primaria nº 67»

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