Cierto día una liebre se burlaba de las cortas patas y la lentitud al caminar de una tortuga. Pero ésta, riéndose, le replicó:
— Puede que seas veloz como el viento, pero en una competición yo te ganaría.
La liebre, totalmente segura de que aquella era imposible, aceptó el reto, y propusieron a la zorra que señalara el camino y la meta.
Llegado el día de la carrera, emprendieron ambas la marcha al mismo tiempo. La tortuga en ningún momento dejó de caminar y a su paso lento pero constante, avanzaba tranquila hacia la meta. En cambio, la liebre, que a ratos se echaba adescansar en el camino, se quedó dormida.
Cuando despertó, y moviéndose la más veloz que puedo, vio como la tortuga había llegado tranquilamente al final y obtenido la victoria.
Moraleja: con constancia y paciencia, aunque a veces parezcamos lentos, obtendremos siempre el éxito.