Finlandia, el corazón de una revolución educativa que es posible
Los docentes y familias no dejan de quejarse de las problemáticas que suceden día a día en el ambiente escolar. Casos de bullying, conocimientos mínimos dificultades para acceder a la universidad y faltas de respeto son moneda corriente tanto para los profesores como para los alumnos y los padres. La raíz del problema está en la sociedad y en su concepción del rol educativo, pero Finlandia es un país que demuestra que es posible una revolución educativa. La estrategia de comparar sistemas educativos es útil para encontrar los fallos y hacer los cambios pertinentes, pero lleva tiempo y no es lo mismo en un país pequeño que en otro con varios millones de habitantes.
De todas formas hay que reconocer que Finlandia es la punta de lanza de una revolución educativa que podría cambiar para siempre la forma en la que educamos a nuestros hijos. ¿Qué es lo que sucede en el país nórdico que tiene a los expertos en educación tan interesados?
La revolución educativa llega desde el norte
El modelo pedagógico que impera en Finlandia es uno que transforma a los alumnos en protagonistas del hecho educativo en sí. Los invita a resolver problemas y a desarrollar proyectos que no diferencian entre un alumno proveniente de una familia de sector acomodado. En Finlandia hay una sociedad muy igualitaria a nivel económico, pero de todas formas el valor de su revolución educativa pasa por el nuevo rol que se le da a los alumnos en el sistema educativo.
La realidad educativa en muchos países de Europa y América Latina demuestra que en un intento paternalista de dar igualdad a los sectores populares, se termina ofreciendo una educación de mala calidad para todos los alumnos. En vez de aumentar la exigencia, se reduce, y los alumnos reciben tutorías y otras formas de ortopedia de apoyos para intentar llegar con lo mínimo indispensable a la nota de aprobación. Los alumnos no están aprendiendo las cosas indispensables para seguir avanzando en la sociedad contemporánea y eso genera todo tipo de conflictos en la familia y entre los propios alumnos.
La realidad de los docentes
Un cambio muy importante en la revolución educativa pasa por el rol docente. En Finlandia los docentes son profesionales muy bien formados y con sueldos elevados. Son personas reconocidas por su labor para mejorar la sociedad y la realidad de los habitantes. De aquí se desprende que para lograr una correcta revolución educativa el nivel de los sueldos y de la formación de los docentes tiene que ser alto, de lo contrario no trabajarán al máximo de su capacidad.
En países como Argentina los sueldos de los docentes son muy bajos y para cubrir sus necesidades deben ir de una escuela a otra tomando diferentes cargos. Esto influye, y mucho en su capacidad para dar clases. Por lo tanto, la revolución educativa no solamente pasa por el tipo de alumno, sino por el tipo de docentes. El sistema educativo debe estar en el centro de la discusión política porque en definitiva la formación de las nuevas generaciones depende de la importancia que los políticos le den al futuro de la sociedad en su conjunto.
Educando a las clases populares
En la actualidad hay una idea casi indiscutida de que los pobres son un hecho de la naturaleza, seguirán estando allí y no hay nada que se pueda hacer para evitarlo. Desde el discurso político nadie lo dice con esas palabras, pero al final del día la institución escolar sigue repitiendo las mismas diferencias que hay en la calle, no le exige a los alumnos que sean mejores, sigue trabajando desde la condición de clases trabajadoras como si esos alumnos no tuvieran posibilidad de un futuro mejor. Hasta que no se cambie esa idea, la escuela seguirá creando nuevos ricos y nuevos pobres como si fuese una máquina en una fábrica.
Por supuesto que la revolución educativa que muchos ven en Finlandia pudo lograrse porque es un país más pequeño, pero eso no quita que muchas de las ideas y valores que se reflejan en su sistema educativo sean de gran importancia para lograr un mundo mejor, una sociedad igualitaria y de excelencia.
La clave para mejorar el sistema educativo está en el compromiso político y social, en reconocer el valor de los docentes, su esfuerzo y su trabajo, y en no nivelar hacia abajo, sino exigir más para que los alumnos salgan al mundo preparados para enfrentarse a nuevas realidades que les demandarán respuestas de alto nivel educativo.
Hoy los docentes que buscan una revolución educativa son difíciles de encontrar. Muchos soñadores pierden el entusiasmo a medida que se van formando y se dan cuenta de las dificultades con las que deberán lidiar en la escuela, y en su propia vida personal. Con sueldos que no alcanzan, alumnos que no respetan y padres que vienen a golpearlos si la nota no es la que esperaban para su hijo.
Esta realidad puede cambiarse desde el trabajo y desde el compromiso de toda la sociedad para que se le reconozca a la educación su valor real. Solamente mediante la educación los niños lograrán un mundo mejor en el futuro, pero esa educación la imparten adultos que ya están acostumbrados a esta realidad. Si estos adultos no pueden ver más allá de lo que tienen frente a sus ojos, difícilmente las nuevas generaciones vayan a crear un nuevo paradigma de mayor igualdad y oportunidad para todos.