Poesía – El Hada Azul I

I

Cierto día el Hada Azul,

quiso a la tierra bajar

y se mandó preparar

su gran carroza de tul.

Diciendo: «A cada mujer

de las diversas naciones,

les voy a dar tantos dones

como pueda conceder».

Bajó aquí sin dilación,

tocó su cuerno amarante

y acudieron al instante

una de cada nación.

Llamó y dijo a la italiana:

Tú tendrás ardientes ojos…

y tendrás labios tan rojos

que parecerán de grana.

Por tu cutis sonrosado,

dijo a la inglesa, serás

entre todas las demás

un tesoro codiciado.

Por tus nacarados dientes

le dijo a la austriaca luego,

verás quemar en el fuego

de amor a tus pretendientes.

A la mujer parisiena

le dio una distinción,

ingenio, corrección…

y hasta corazón también.

Y así fue haciendo lo mismo

pródiga con todas ellas,

repartiendo entre las bellas;

a una sentimentalismo,

a otra ingenio, a otra blancura,

a otra claro entendimiento,

a esa otra un alma pura…

Así acabó sus dones,

que entre todas repartió,

cuando al terminar salió

de entre todas las naciones

una gallarda manola

muy joven, casi chiquilla,

que lucía una mantilla

de rica blonda española,

y que acercándose al Hada,

ruborosa dijo así:

Según veo para mí

no me habéis dejado nada.

Quedóse el hada un momento

suspensa de admiración

y fijando su atención en ella,

con acento dijo luego:

¿Tú qué quieres

que yo te pueda otorgar?

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¿Tienes algo que envidiar

a todas estas mujeres?

¿No tienes el pelo acaso

abundante, negro, hermoso?

¿No tienes el porte airoso?

¿No hay en tu mirada clara,

rayos de sol que fascina?

¿No es tu sonrisa divina?

¿No es bellísima tu cara?

Entonces, ¿qué quieres?, di

si aún juntando a todas ellas,

resultan menos bellas que tú.

¿Qué buscas aquí?

Sin embargo, dijo el Hada:

yo no quiero que al marcharte

tengas porqué lamentarte

de que no te he dado nada.

Y mirando a la manola

dijo alzando más el tono:

¡A ver, que traigan un trono

a la mujer española!

Y en este cuento me fundo

si es que este cuento no engaña,

para decir que en España

está lo mejor del mundo.

Rosita Denia

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