Muchos alumnos se juegan estos días el acceso a la Universidad por medio de la EBAU. Son días muy intensos donde una buena preparación es fundamental para alcanzar su objetivo y acceder a esa carrera con la que tanto tiempo han soñado. Aunque más del 90% de los que se presentan aprueban la EBAU, es importante hacerlo con la mejor nota posible.
¿Cómo hacer que ese estudio previo a los exámenes de la evaluación de bachillerato para el acceso a la universidad (EBAU) sea lo más fructífero posible? Aunque no hay fórmulas milagrosas, sí hay métodos que pueden echar una mano. Pero, según los expertos, debe ser cada alumno quien decida qué técnica de estudio le encaja mejor en cada asignatura. Como explica Jordi Perales, tutor del máster universitario de Dificultades del Aprendizaje y Trastornos del Lenguaje de la UOC, los alumnos llevan toda su vida estudiando y a estas alturas ya deben conocerse bien. «Llegan a la selectividad habiendo hecho tres cursos de educación infantil, seis de primaria, cuatro de ESO y, como mínimo, dos de bachillerato. Ya saben qué les funciona en cada asignatura», afirma añadiendo que no es buena idea probar cosas nuevas precisamente en este momento. «Es una cuestión de conocerse a uno mismo y ver qué técnica de estudio va mejor en cada materia«, explica.
Su opinión coincide con la de Amalia Gordóvil, profesora colaboradora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación, quien asegura que todos los métodos de estudio tienen algo de validez, pero al mismo tiempo no todos sirven para distintos alumnos. «No podemos elegir uno y pensar que va a ser 100 % infalible. El mejor método es conocerse a uno mismo y saber qué le funciona, no depender de recetas mágicas. En este sentido, los estudiantes pueden informarse de los diferentes métodos existentes y elegir el que creen que es más apropiado para ellos».
Métodos más utilizados
Método Pomodoro
Se basa en alternar un tiempo de estudio intensivo de unos 25 minutos con tiempos de descanso de 5 minutos. Además, cada cuatro tiempos de estudio se debe hacer un descanso más largo, de 20 minutos. Para el profesor Jordi Perales, este puede ser un buen método especialmente para las matemáticas o cualquier otra asignatura que requiera una resolución de problemas, aunque el descanso después de un tiempo de estudio intenso es fundamental en cualquier materia. «Es lo mismo que pasa en una clase. Los alumnos no prestan la misma atención al principio, al cabo de 20 o 25 minutos o hacia el final de la clase, porque el cerebro no puede estar un espacio de tiempo prolongado con la atención al 100 %. La planificación del descanso es primordial», señala. También recomienda adaptar el tiempo de estudio y de descanso a aquello que anteriormente haya dado resultado al alumno (pasar 50 minutos estudiando y 15 descanso, por ejemplo, puede ser más productivo que 5 minutos de descanso por cada 25 minutos de estudio). «Se trata de que el tiempo de estudio sea efectivo, no de estar cinco horas seguidas pero perdiendo muchas veces la concentración. Estudiar más de una hora sin descansar no suele ser bueno para el rendimiento», recuerda. En cuanto a qué hacer en el tiempo de descanso, recomienda cualquier actividad que ayude a desconectar, pero que no sea demasiado larga.
Método Cornell
Consiste en tomar apuntes en una parte del folio y hacer preguntas o escribir conceptos relacionados con esos apuntes en la otra parte, de forma que la tarea ayude a crear mapas mentales y facilite el aprendizaje. Este método puede ser eficaz para aquellas asignaturas en las que haya que desarrollar un temario, como por ejemplo en historia o filosofía. «En realidad es útil para cualquier materia en la que el alumno necesite relacionar conceptos clave con la materia aprendida en clase; es el método de preguntas y respuestas de toda la vida», aclara el profesor de la UOC.
Método «Palacio de la memoria»
En resumen, consiste en imaginar un trayecto compuesto de un número de lugares de un entorno que nos resulte familiar (por ejemplo, el recorrido por una casa en la que hayamos vivido), y colocar los conceptos que se quiera recordar como si fueran objetos dentro del itinerario imaginado. «Es una regla mnemotécnica más, al igual que cualquiera de las que usamos para aprender cosas de memoria, como cuando nuestros abuelos recitaban los reyes godos», explica Jordi Perales, que cree que este método puede ser útil para determinadas áreas, incluso aquellas que a priori implican una parte importante de relación conceptual, pero en la que también hay aspectos de memorización, como pueden ser la física, las matemáticas o la lengua. «En estas asignaturas quizá no se pueda estudiar así la parte de aplicación práctica, pero quizá sí la parte de memorización; el formulario, por ejemplo. Dependerá de cómo haya estudiado ese alumno antes», señala.
Método Robinson
Se basa en poner en práctica cinco puntos: explorar, preguntar, leer, recitar y repasar. Y, según Perales, puede ser un método eficaz para cualquier asignatura que requiera memorización. «Una parte muy importante de la selectividad es totalmente memorística, y este método puede servir. Aunque, de nuevo, dependerá de cada alumno. Hay personas que cuando explican verbalmente a otras lo que han aprendido, lo retienen mejor. Sin embargo, para otras personas no supone gran ayuda», advierte el profesor de la UOC.
La estrategia
Según datos de la Fundación Universidad-Empresa (FUE) recogidos en el consultorio preuniversitario Mira, Te Cuento, el 81 % de los estudiantes de EBAU eligen una carrera en función de las salidas profesionales que tenga. Y eso significa que la nota de corte aumenta en los estudios con mayor salida laboral. Sin embargo, quienes tienen vocaciones en carreras poco demandadas no necesitarán una nota tan alta, por lo que su forma de enfrentarse a la selectividad puede ser distinta. «La prueba demostrará de forma inequívoca lo que se haya aprendido. Solo sirve para seleccionar, para ordenar a los estudiantes de mejor a peor nota de cara a establecer criterios meritocráticos en la asignación de plazas universitarias, nada más», recuerda el tutor del máster de la UOC. «Por eso, dependiendo de su objetivo, los estudiantes tendrán que poner en práctica una estrategia u otra», aclara.
Pone como ejemplo un estudiante que quiere cursar el doble grado de Física y Matemáticas en su ciudad, para lo que puede necesitar un 13,5. Deberá sacar muy buena nota en la selectividad, por lo que su estrategia no será igual que la de otro alumno que ha sacado dieces en todo el bachillerato y que quiere estudiar el grado de Filología Catalana, para lo que solo necesita un 5. «Este último, como ya lleva casi 6 puntos acumulados del bachillerato, solo tendrá que sacar un 4 en la selectividad para matricularse de lo que le gusta, así que su estrategia será distinta de la de su compañero. Pero ambos deben ser conscientes de su objetivo y marcarse una estrategia para lograrlo», señala.
Es la razón por la que recomienda defender aquellas asignaturas que permitan alcanzar la nota de corte, incluso aunque ponderen menos. «Si me empeño en defender una asignatura que sé que me va a ponderar 0,2, pero en la que es difícil que saque más de un 0, estoy desaprovechando el tiempo. Quizás me conviene profundizar más en una asignatura que me ponderará 0,1, pero en la que puedo sacar perfectamente un 8 o un 9. Porque un 0 multiplicado por 0,2 da 0, pero un 8 multiplicado por 0,1 da 0,8. En resumen, la estrategia es básica».
De ahí la importancia de intentar prepararse bien especialmente las asignaturas comunes de opción que puntúan para la fase general y para la fase específica. «En estas asignaturas hay que ir sobrados sí o sí, incluso más que en cualquiera de las obligatorias, por varias razones. Primero, porque las ha escogido el alumno; segundo, porque le van a puntuar dos veces, y tercero, porque si saca buena nota en estas asignaturas tiene la selectividad prácticamente superada», explica.
Además de diseñar una estrategia, es importante mantener ciertos hábitos imprescindibles. Entre ellos está el de dejar algo de tiempo para el ocio, lo que cubrirá la necesidad de desahogo del alumno sin repercutir negativamente en el estudio si lo programa de antemano. Sin embargo, en el tiempo de estudio hay que evitar cualquier distracción. De ahí que la recomendación sea, en la mayoría de los casos, olvidarse del móvil durante ese espacio de tiempo. «Lo mejor es dejarlo fuera de la habitación y pactar con los amigos: ‘Voy a estudiar una hora y cuando pase esa hora os contesto’. Los adolescentes tienen la necesidad de saber qué hacen sus amigos, y el móvil es un dispositivo de socialización primordial. Tienen que poder comunicarse a través de él, pero no cuando están estudiando. Anticipar lo que van a hacer les ayuda a poder desconectar del móvil un tiempo», asegura.
Leyre Artiz
Comunicación de la Investigación y Medios