Aunque personalmente no soy muy partidaria de los castigos a los niños, soy consciente que hay muchos padres que en la educación de sus hijos lo emplean para que aprendan a comportarse de un modo concreto. Soy más partidaria de que se eduque con consecuencias, es decir, que los hijos tengan la oportunidad de saber qué ocurrirá después si hacen algo malo y que sean ellos quienes decidan cómo actuar. Pero quiero ayudarte a que entiendas mejor esto.
El castigo y las recompensas si se utilizan de forma indiscriminada, llegará un momento en que al niño ya no le digan nada y simplemente deje de obedecer, por este motivo, para evitar que el niño se convierta en un ser sumiso y que únicamente se limite a obedecer, es mucho más constructivo, práctico y educativo que sea el propio niño quien tome las decisiones sobre sus actos.
Para ello los padres tendrán que proporcionarle ayuda, orientación e información sobre los comportamientos que son aceptados y cuáles no, y dentro de las normas de casa, establecer claramente las consecuencias negativas de decidir actuar de un modo y no de otro.
Fuente: edicursos.comDel mismo modo, resulta primordial establecer unas consecuencias positivas, que son semejantes a las recompensas pero que distan mucho de ellas. Las consecuencias positivas es que cuando el niño se comporta adecuadamente, y cumple con las normas del hogar, tendrá la oportunidad de elegir una actividad, por ejemplo para hacer en familia. O escoger un privilegio que le resulte atractivo como jugar un rato más a su juego preferido.
Con las consecuencias positivas los hijos hacen las cosas y mejoran su comportamiento porque les sale de dentro, es decir, les durará en el tiempo. En cambio si cambian para conseguir un beneficio material, una vez que lo consigan no sentirán la necesidad de seguir manteniendo la conducta correcta.
Recuerda que los privilegios en la educación de los hijos deben ser ganados por ellos y sus actos positivos, pero el deber de los padres es ayudarles y orientarles siempre desde el cariño y el respeto.