Las vacaciones escolares permiten a los estudiantes desconectar y disfrutar de los días soleados y tiempo libre, pero también es el momento en el que los padres se cuestionan si es beneficioso para sus hijos que sigan con algunas pequeñas rutinas durante estos meses.
Son muchos los expertos que afirman que mantener un serie de pequeñas rutinas durante el verano puede resultar muy beneficioso. Ya no solo evita la pérdida de aprendizaje académico, sino que les puede ayudar a reforzar lo aprendido, además de evitar que las bases de la disciplina se tambaleen. Un niño que dedica media hora a organizar sus juguetes, a ayudar a poner la mesa o a regar las plantas, está tan comprometido en su desarrollo como uno que repasa fracciones.
Sin embargo, aquí es donde surge la primera objeción: las vacaciones son, por definición, un tiempo para la desconexión total. Si la imposición de estas rutinas o tareas es excesiva o percibida como una carga, corremos el riesgo de generar estrés, ansiedad y una visión negativa del descanso, transformando un periodo de disfrute en una extensión tediosa de las obligaciones.
Por otro lado, mantener un pequeño contacto con la rutina, como levantarse a una hora razonable cada día (no necesariamente la de colegio, pero sí una hora fija), puede fomentar la autonomía y los buenos hábitos de sueño y organización. Un niño que aprende a gestionar un breve espacio de tiempo para sus responsabilidades o tareas en medio del ocio, está desarrollando habilidades de planificación, gestión del tiempo y responsabilidad que le serán muy útiles.
Esta aproximación ayuda a trabajar las funciones ejecutivas: la capacidad de planificar, de inhibir impulsos, de flexibilizar el pensamiento. Por ejemplo, decidir cuándo y cómo organizar su habitación o qué día ayudar con la compra. No obstante, esta estructura puede chocar frontalmente con la necesidad de explorar otros tipos de aprendizaje y de espontaneidad.
Las vacaciones son una oportunidad de oro para el aprendizaje informal y experiencial: viajes, visitas a museos, tiempo en la naturaleza, desarrollo de habilidades sociales a través del juego espontáneo o simplemente la lectura por puro placer sin la obligación de un «deber». Priorizar excesivamente las responsabilidades estructuradas sobre estas vivencias puede limitar un desarrollo mucho más holístico y significativo de otras áreas esenciales.
Además, para algunas familias, “establecer esas rutinas y responsabilidades ofrece una bienvenida estructura que puede ser beneficiosa en un periodo de mayor flexibilidad, evitando que los días se diluyan completamente. Permite que el cerebro siga activo y que las habilidades organizativas no se pierdan, reduciendo el estrés del inicio de curso al no sentir que se parte de cero en todos los aspectos. Pero, al mismo tiempo, imponer estas disciplinas sin considerar las circunstancias individuales puede acentuar la brecha social y de recursos. No todas las familias disponen del tiempo o la capacidad para supervisar estas rutinas, lo que puede generar una presión adicional y una desventaja para ciertos alumnos. La pérdida de motivación intrínseca por colaborar o por aprender puede surgir si estas «disciplinas» se sienten impuestas y carentes de sentido”, aclara Rocío Fernández-Durán, responsable del gabinete psicopedagógico de Colegios RC España.
En este delicado equilibrio, la clave reside en la personalización y un enfoque inteligente y flexible. No se trata de replicar el horario escolar, sino de mantener un hilo conductor de propósito y organización. Unos pocos momentos dedicados a responsabilidades significativas en casa, adaptados a la edad y capacidad del niño, son mucho más efectivos que imponer un horario rígido. La calidad y el sentido deben primar sobre la cantidad. Flexibilizar los horarios de estas «disciplinas», permitiendo que se adapten a los planes vacacionales, asegura que no interfieran con el disfrute. Convertir la organización o el cuidado del hogar en un juego o un proyecto familiar hace que los niños sigan ejercitando sus mentes y sus habilidades ejecutivas sin que se sienta como una obligación pesada.
En última instancia, las vacaciones están diseñadas para que los niños desconecten, recarguen energías y vivan otras experiencias. Si el mantenimiento de rutinas, responsabilidades y el desarrollo de la disciplina se integran de forma que contribuyan a este objetivo, aportando un toque de continuidad y desarrollo de habilidades sin añadir una carga excesiva, pueden ser una herramienta valiosa. Pero si se convierten en una fuente de agotamiento o frustración, o si roban tiempo a la esencial desconexión y al juego libre, es momento de cuestionar su verdadera utilidad. El propósito es que los niños regresen a clase frescos, con nuevas habilidades, motivados y con ganas de seguir aprendiendo y creciendo.