Merece dedicar tiempo a la elección del espacio educativo que formará a nuestros hijos en sus primeras etapas, una decisión que nunca ha sido fácil. Las dudas, esperanzas, comparaciones son constantes… pero, sobre todo, hay un deseo profundo de acertar.
Hay que encontrar un buen centro, uno que encaje con lo que se quiere para los hijos, coincidente con los propios valores y maneras de ver el mundo. Por eso, cada vez más padres en España, y concretamente en Madrid, empiezan a interesarse por la educación británica, un modelo que va mucho más allá del inglés.
La elección suele empezar mucho antes de la primaria. De hecho, aumenta el número de familias que se fijan primero en las guarderías en Las Rozas, una zona que destaca por su gran oferta educativa de calidad y por centros con un enfoque internacional desde la etapa infantil. Ahí es donde algunos padres descubren, por primera vez, una forma distinta de educar, mucho más cercana y también menos rígida y centrada en el desarrollo personal del niño.
Más que inglés, una formación basada en el respeto, la confianza y en la educación emocional
Hay una imagen muy extendida del sistema británico como sinónimo de excelencia académica. Y es cierto, aunque su verdadero valor está en cómo consigue combinar esa exigencia con una educación profundamente humana, que respeta los ritmos individuales y pone el foco en la autoestima y el pensamiento crítico desde los primeros años.
En los colegios británicos, los niños no son tratados como recipientes que hay que llenar de contenidos, sino como personas en desarrollo a las que se les guía y acompaña. Se les anima a explorar, a preguntar, a equivocarse y volver a intentarlo. Se les escucha y eso, aunque parezca básico, no siempre sucede en otros modelos educativos más centrados en los resultados.
Otra diferencia importante es que el tutor o mentor es una persona que conoce bien a cada alumno, que detecta sus puntos fuertes, que está ahí como figura protectora si algo va mal. No es raro ver a niños que recuperan la confianza en sí mismos tras cambiar a este tipo de colegios, porque se sienten, por fin, entendidos.
Además, el currículo británico, organizado en etapas como Early Years, Key Stages y A-Levels, permite avanzar sin prisas, profundizando en cada materia, sin saltarse etapas clave. Se trata de un sistema riguroso, pero pausado, adaptado al ritmo del alumno. Quienes lo completan, salen con un nivel alto de inglés y con habilidades que son esenciales en la vida, como saber hablar en público, argumentar, tomar decisiones y adaptarse a nuevos entornos.
Un modelo internacional que no se aísla del mundo real
A pesar de su vocación global, los colegios británicos en España no viven de espaldas al entorno. Incorporan contenidos locales, historia, geografía, literatura española, celebran nuestras tradiciones y fomentan un sentimiento de pertenencia sin renunciar a la apertura al mundo.
Por eso, para muchas familias, el paso desde una buena escuela infantil, como muchas de las que hay en Las Rozas, hacia un colegio británico no es un salto, sino una evolución natural. Una manera de mantener esa línea educativa basada en el respeto, la estimulación positiva y el desarrollo integral del niño.
En el fondo, todo se resume en una pregunta que tarde o temprano se hacen los padres: ¿Qué tipo de persona quiero que llegue a ser mi hijo? Si la respuesta incluye autonomía, empatía, pensamiento crítico y apertura al mundo, los colegios británicos ofrecen un camino coherente hacia ese objetivo.