Es injustificable no evaluar la docencia, por ello con la entrada en vigor del Plan Bolonia en las universidades españolas, se puso en marcha Docentia, un programa de evaluación docente que usan voluntariamente 44 de las 50 universidades públicas.
Ayuda a implementar la Agencia nacional de evaluación ANECA, que desde que desde 2007 ha certificado su aplicación en 10 centros públicos. Es la enésima fórmula para que se rindan cuentas.
Este programa une tres fuentes: profesores, responsables académicos, y sobre todo una encuesta a los alumnos, en la que se pregunta si el profesor cumple con los horarios y tutorías, si es claro, si es accesible, o si despierta el interés del alumno.
Se exige que se evalúe al menos el 30% del claustro, que los resultados agregados se publiquen, que conlleve consecuencias para los profesores y que se otorguen planes de formación para mejorar las deficiencias.
No obstante, en este modelo, los centros deciden si sus docentes están obligados a evaluarse, y cuales son las consecuencias de la nota. Por tanto este programa viene a ser un poco ambiguo y poco efectivo, dejado a manos de cada institución.
Por lo general, obtener una buena calificación en la evaluación, hace que los profesores puedan ascender, mientras que una mala nota supone un toque de atención o la negación de un aumento. Profesores y alumnos coinciden en que el mal endémico que sufren nuestras universidades es por un lado la estructura inmovilista que se rige por antigüedad y jerarquía, y por otro lado, que vale más ser un buen investigador que un buen profesor, ya que la academia lo premia con mayor monte monetario y menos horas lectivas. Por ello, “los profesores bueno no tienen incentivos, y los malos tienen todas las excusas”.
Para los alumnos, los profesores más valorados son aquellos que son más entusiastas. Los que hablan con más énfasis y gesticulan más. Los que ponen ejemplos, preguntan y a los que se les oye. Y por otro lado, se sanciona más a los profesores distantes y que únicamente se dedican a leer sus apuntes, como si no existiera el Plan Bolonia, que por lo general suelen ser catedráticos.
Pese a ello, un profesor bueno nunca se olvida. Por eso en nuestro país debemos buscar la excelencia académica, y para conseguirlo debe haber un cambio de mentalidad por parte de algunos profesores y también del sistema, que debería darle más importancia a la educación.