En Educación 2.0 os ofrecemos a menudo juegos, actividades, cuentos… en definitiva cosas con los que los niños puedan entretenerse y educarse al mismo tiempo, pero al ver un artículo en Bebés y más nos hemos dado cuenta que en su vida diaria también debe haber tiempo para el aburrimiento.
Si, no pongáis cara rara. Según leemos, el aburrimiento provoca que la imaginación se desarrolle en momento en los que no tienen nada que hacer ni nada con lo que jugar. En esos momentos deben «buscarse las castañas», estrujar su mente y encontrar por ellos mismo alternativas a la diversión.
¿Os cuento un secreto? Cuando yo era pequeña jugaba con mis primos a hacer comidas a base de agua, tierra y hierbas y pensábamos que después se las comerían unos duendecillos mágicos que había en el jardín. Inventabamos nombres para las plantas, para las comidas, hacíamos diferentes platos, etc…. en fin, cosas de niños que ahora quizá los niños no hacen. Videoconsolas, ordenadores, actividades extraescolares y demás cosas copan todo su tiempo sin dejar espacio para la improvisación. Debemos pensar que si les damos todo hecho después no tendrán nada que hacer.
Según un reciente estudio de ISEPM Clínic alerta sobre el efecto nefasto del niño hiperprogramado asegurando que poseen una inteligencia anestesiada que se anula porque no tienen nada en qué pensar. Según la psicóloga de ISEPM, Mónica Dósil, «Hay tanta conciencia pedagógica sobre los menores y tanta información sobre lo que hay que hacer con ellos…, y los padres la ponen en práctica. Inconscientemente, fomentan la dependencia. Siempre le están diciendo al niño cómo emplear su tiempo, se lo dan todo masticado y así le roban le autonomía».
Así que la famosa frase que popularizó Bart Simpson, aquella de «me aburroooooo», quizá sea beneficiosa, aunque siempre en su justa medida. Ya sabemos que en la variedad está el gusto.